Me cruzo en el autobús de forma habitual con una poeta. Tropiezo en el parque con unos cineastas famosos. Me firman libros en la feria poetas cultos y admirables. Miro sin ser vista. Observo sin ser observada. Padezco varios síndromes, de eso no hay duda.
Deleuze hablaba sobre la pregunta arqueológica, y en su principal obra “Diferencia y repetición”, liquidaba el principio de identidad.
Muy a menudo, casi a diario, me pregunto sobre la identidad, la subjetividad, el yo, el otro. Sobre lo extraña que resulta la existencia cuando no se entiende nada, no se es nadie, a nada estamos convocados ni surgidos y tanto nuestra opinión como nuestros sentimientos son intrascendentes, ajenos a este universo. Constato el hecho de que solo tenemos vida (impulso vital, un hilo de vida) e intimidad -reino solitario-, lo demás es incierto.