Una calamidad íntima
_contemplada en su pretérito tránsito_
Que no disemine lujuria de centro o extremo, ni paladee una mecánica vaga, excavada en demasía y prófuga del frío, ni sea calco finible de la efímera posición que nunca tuvimos antes de conocernos.
Útil, de serrín, la calamidad tumba en la otredad la palanca del miedo, el hierro de la espera, el cuarto que atusa la noche siempre con retraso en una sábana que limita su desaparición, su orden de telar hasta el fin de la calamidad.